21 de julio
Cada vez que en el archipiélago de Tuamatu una pescadora de perlas desciende hacia las profundidades del mar, recita primero una oración, un encantamiento y una invocación a los espíritus de las aguas para que la protejan contra los tiburones. Después comienza a inspirar profunda y rápidamente varias veces seguidas y a expirar con pequeños silbidos. Una vez hiperventilada, se pasa por entre los pulgares de los pies un cordel del que pende un considerable peso que arroja por la borda de su bote y que la arrastra consigo hasta el fondo submarino. Las pescadoras de Tuamatu se sumergen desnudas y sólo llevan consigo un grueso guante y una canasta de red. Cada pescadora realiza unas 40 inmersiones diarias llegando a soportar, en el invierno, temperaturas del agua inferiores a los 5º C. Creyéndose empujados por el remolino, Burbuja y Coco descubren que en realidad son conducidos hacia el fondo del mar por media docena de enfurecidas pescadoras de perlas. Al igual que traicioneras sirenas, las mismas pretenden apoderarse de sus almas. Tras un húmedo forcejeo, Burbuja consigue zafarse y se apresta a ayudar a su amigo Coco. Cuando ambos llegan exhaustos a la superficie, Burbuja descubre que inadvertidamente se ha traído consigo la canasta de red de una de las pescadoras. En su interior, hay un puñado de perlas negras. También hay lo que parece ser una etiqueta de chocolate hecha un bollo. |